martes, 21 de abril de 2009

Cada poema es un alumbramiento

Tres preguntas a Luis Caissés


1. ¿Cuál sería el compromiso, si hay, del poeta con el lector?

El de nunca permitirle pasar por el poema como si lo hiciera por la página en blanco. Aunque yo le exigiría más. Le exigiría lo que Vallejo le pidió una vez a la Poesía: conmover, conmover y otra vez conmover.

2. ¿Escribirías inspiración con minúscula o Mayúscula?

A mí la palabra “inspiración” me suena, no sé por qué razón, a Nada. Y de la Nada no sale Nada. El momento de la creación es un acto inevitable, como el nacimiento de un niño al cabo de los nueve meses. Y ocurre por azar concurrente, empleando una frase cara a Lezama, es decir cuando el poema ha logrado hacerse en el subconsciente y pide nacer, es decir ocupar espacio puesto que ya trae en sí cuerpo y género. Hasta el poema escrito de un tirón ha necesitado de su tiempo para hacerse. El resorte que lo mueve a concretarse, a hacerse visible, a ser definidamente un poema escrito no sé yo quién lo pulsa pero ocurre en un tiempo necesario e irrepetible.

3. Aristóteles decía que "…en todo lo que se hace por necesidad, advertimos un cierto dolor como su resultado." ¿Funciona en términos de poesía?

Yo nunca he podido “fabricar” un poema. Y nunca, quizás por eso, me he propuesto hacer de la poesía una obligación diaria. No sé yo con qué carne pueda vestirse a tantos esqueletos juntos. Y como concibo cada poema como un alumbramiento, sí creo que el acto es doloroso. Más todavía cuando se produce un aborto o un poema nonato que jamás alcanza a ser lo que debiera. Renunciar a esos hijos “monstruosos” da, realmente, mucha pena. Y ya se sabe que no todo lo que nace alcanza su cuerpo y su estatura. De ahí que cuando la “criatura” es perfecta, sea inmenso el gozo; y que produzcan tanto dolor los inevitables engendros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario